lunes, 5 de marzo de 2018


Los límites del perdón. El girasol.

Resumen:
El libro trata de un judío llamado Simon que está alojado en un campo de concentración nazi. Un día le cambian el trabajo que tiene que hacer y sale hacia el antiguo instituto tecnológico, donde él estudió. En el camino va recordando historias de su pasado. En un momento dado del paseo ven un cementerio donde en cada tumba hay plantado un girasol. Este momento marca bastante a Simon, el cual piensa que es como si esos fallecidos tuviesen vida tras la muerte. Cuando llegan a su destino una enfermera le dice a Simon que la siga. Esta le lleva a una habitación donde se encuentra un joven soldado nazi al borde de la muerte.  El soldado, que se llamaba Karl, le cuenta lo descontento que está con los crímenes que ha causado durante su corta vida y algunas historias de su pasado, en concreto una que le marcó mucho fue tener que disparar a una familia entera a la cual hacía un momento habían metido en una casa con gasolina y habían prendido fuego. Karl quería el perdón de Simon, pero este abandona la estancia sin darle una respuesta. Lo debatió con sus amigos del campo, y estos le dijeron que había hecho lo correcto. Sin embargo, los años pasaron, sus amigos murieron, él salió del campo, y este suceso todavía le hacía pensar. Aquella enfermera le ofreció las cosas de Karl cuando al día siguiente murió; Simon no las aceptó así que la enfermera se las mandó a su madre. Simon todavía recordaba la dirección que le mostró la enfermera, así que fue a visitar a la madre. Esta le contó maravillas de Karl, que era muy buen chico, solo que las Juventudes Hitlerianas le hicieron mucho daño. Simon decidió no contarle la verdadera historia de su  hijo. Sin embargo, siguió teniendo el dilema moral “¿Hice bien en irme sin decir nada?” y nos invita a planteárnoslo  a nosotros también.

Opinión personal sobre el libro:
El libro me ha parecido ameno y uno de esos que todo el mundo debería leer ya que los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial son un tema que todo el mundo tendría        que conocer a fondo para no volver a repetir. Los libros de este estilo suelen ser muy duros, y este lo es, mostrando los crímenes que realizaban los nazis contra gente inocente, pero también muestran que valores como la perseverancia, la inteligencia y la buena amistad  pueden ayudarnos a sobrellevar cualquier cosa, y que debemos luchar por lo que queremos.

Opinión de Albert Speer:
Para Albert, arquitecto jefe de Adolf Hitler y Ministro de Armamento y Guerra del Tercer Reich, o como se le conoció después, como un antiguo nazi arrepentido, Simon hizo bien en irse, en no perdonar, pues si él no era capaz de perdonarse a si mismo, como iba Simon a perdonar a una persona cuyo crimen no había sido hacia su persona. Sin embargo, fue un gran gesto por su parte haber escuchado al soldado nazi y puede que eso aligerase la carga moral de Karl antes de morir. Por tanto hizo lo correcto, pues no le perdonó expresamente, pero tampoco le hirió. 

Opinión personal sobre la opinión de Albert Speer y perdonar al nazi:
En mi opinión todo el mundo merece el perdón, pero claro, suele quedar en la teoría porque a veces hay crímenes en los que te preguntas «¿Cómo voy a poder perdonar algo así?» como es en este caso. Sin embargo, si el arrepentimiento realmente es sincero creo que todos merecemos una segunda oportunidad, ya que, como se suele decir «más vale tarde que nunca» y para mi, poniendo el ejemplo de los nazis, es mejor uno que se ha arrepentido de sus crímenes a uno que muere feliz de haber matado a miles de personas.
Este caso en concreto hace pensar porque realmente no sabemos si Karl estaba arrepentido o simplemente quería morir con la conciencia tranquila, aunque por lo que dice su madre al final parece que en el fondo hubiese sido un buen chaval de no haber sido por las juventudes hitlerianas.
En ese sentido lo que hace Simon está bien, pues él no puede perdonar por algo que hicieron a otras personas; se va de la estancia sin decir nada aunque escucha todo el discurso del nazi, lo cual es como una especie de favor, no le perdona pero no le odia.
Creo que si no hubiese estado en su lecho de muerte, y yo tuviese alguna relación con su crimen, le hubiese perdonado porque, como dice Albert Speer «Mi delito moral no está sujeto a prescripciones morales», es decir, que aunque la sociedad le perdonase (tras haber ido a la cárcel o con alguna condena similar para pagarlo) quizá a si mismo él no era capaz de hacerlo, y llevar esa culpa ya me parece demasiada carga como para además ser odiado por otros.
Sin embargo, en esa situación creo que hubiese actuado como Simon, pues aunque tuviese relación con el crimen no iba realmente conmigo, aparte de que era un crimen con mayúsculas, pero tampoco hubiese tenido valor para negarle el perdón a alguien sinceramente  arrepentido en su lecho de muerte

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