martes, 28 de febrero de 2017

Los límites del perdón

Resumen

La obra trata sobre la vida de un judío en un campo de concentración nazi y un dilema que le atormentará durante toda su vida. Comienza con este y dos amigos suyos, también judíos en un campo de concentración nazi. Allí pasan por numerosos castigos y crueldades sin fundamento. Llega un momento en el que en uno de los trabajos a los que le mandan, conoce a un soldado nazi moribundo que se arrepiente de sus acciones. Tras contarle este lo que le atormenta el protagonista no puede decidir si perdonarle o no y decide abandonar la sala sin contestarle. Esto le atormentará durante el resto de su estancia en diferentes campos, incluso al salir de estos. Decide visitar a la madre del soldado y así acabar con su gran dilema, aunque al igual que con el soldado, no es capaz de decidir si perdonarlo o no.

Opinión de Christopher Hollis
Hollis piensa que es imposible contestar a esa pregunta, es decir, no sabe si realmente hubiera sido capaz de vivir estas calamidades. Dicho esto, su opinión se basa en la teología, desde este punto de vista todas las religiones son iguales. Lo principal de estas es el perdón al prójimo solo si este se encuentra realmente arrepentido, aunque esto no niega el castigo de este.

Opinión personal
En mi opinión para saber si realmente podría haber perdonado o no debería de haber pasado por lo mismo que el protanista. En esto estoy de acuerdo con Hollis. Aunque si tuviera que decidir, desde fuera sin pasar por nada, tal vez no lo perdonaría ya que aunque se arrepienta ha cometido atrocidades que podría haber evitado, aun jugándose la vida para tener una conciencia tranquila.

LOS LÍMITES DEL PERDÓN- ANA VALDERRAMA 1ºBACH A

RESUMEN
En el texto, Simon Wiesenthal cuenta la historia en primera persona de un hombre judío recluso en un campo de concentración nazi en Lemberg durante la Segunda Guerra Mundial. Expone las atrocidades cometidas hacia los judíos a manos de la SS, como palizas, matanzas humillantes, ahorcamientos, etcétera, hasta el punto de tener que acostumbrarse a la muerte, ya que era una compañera diaria.

Un día, al hombre mencionado anteriormente le encomiendan la misión de realizar un trabajo en el Instituto Tecnológico de la ciudad, convertido en esos tiempos en hospital militar. En el camino de ida hacia el lugar de trabajo, le llama la atención los girasoles puestos sobre las tumbas de los soldados nazis muertos. Piensa que él no tendrá ese girasol en su tumba, y que hasta muertos los soldados llegan a ser más afortunados que él. Estando trabajando en el hospital, una enfermera del mismo acude a buscarlo y lo hace ir con ella al interior del edificio. Una vez dentro, lo conduce a una habitación que él, arquitecto que estudió en aquel lugar, reconoció como el despacho del decano. En dicha habitación se encontraba un soldado militar de veintiún años moribundo. El soldado le cuenta la larga historia de su vida: cómo se metió en las Juventudes Hitlerianas, las atrocidades cometidas en vida, las vidas que quitó, las humillaciones que le produjo a tantos judíos. Para sorpresa del protagonista, al final del relato de su vida, le pide que lo perdone por todo. El hombre mostraba su fuerte arrepentimiento y pedía que lo exiliara de la culpa antes de morir. El protagonista se fue, y dejó la pregunta en el aire. Al llegar de nuevo al campamento, se lo contó a sus compañeros Josek y Arthur, los cuales le dijeron que había hecho lo correcto ya que él no era nadie para perdonarlo en nombre de todos los judíos que el militar había matado. Al día siguiente, tuvo que volver a trabajar en el mismo sitio del día anterior. La enfermera volvió a llamarlo, pero esta vez su recado era diferente. Le contó que el militar había muerto y que le dejaba sus pertenencias. El hombre le dijo que se las mandara a su madre, cuya dirección poseía la enfermera en una tarjeta. Ese suceso marcó al protagonista de por vida, ya que su consciencia con la decisión que tomó no estaba tranquila. 

Cuando salió del campo de concentración, el hombre fue a buscar a la madre del militar, ya que recordaba la dirección y el nombre escritos en aquel papel de la enfermera. Pudo comprobar que todo lo que le había contado Karl, el militar, era cierto, aunque no llega a contarle a la madre la atroz verdad sobre su hijo. Al final de la historia, se plantea una interesante pregunta: ¿perdonaríamos nosotros al soldado, si nos pusiéramos en la situación en la que se encuentra el protagonista?

HAROLD S. KUSHNER
La opinión de este autor dice que el perdón no existe. Solo existe el perdón hacia ti mismo. Es decir, pidiendo perdón no estás buscando que nadie te perdone sino limpiar tu conciencia, descargar tus malos actos sobre alguien y que alguien te reconozca que no están tan mal, aunque no te conceda realmente su perdón. Kushner afirma que el perdón depende de Dios y de uno mismo, no de otra persona. Una persona ajena no tiene el poder de perdonar. No se puede perdonar, solo se puede ser perdonado. Por tanto, el militar no debió pedir perdón al nazi, se lo debería haber pedido a sí mismo. Debería haber repudiado la parte del soldado nazi y acoger a su nuevo ser, libre de esa parte. De este modo, el soldado habría sido perdonado por sí mismo. Sin embargo, buscó el perdón en una cara judía anónima, ya que para él eran todos iguales. Además de eso, Kushner expone que perdonar también es algo bueno para la persona que perdona. Es decir, hay actos de otras personas que no merecen ser recordados, por lo que lo mejor para ti es perdonar ese acto, perdonar a la persona y olvidarlo. De esta forma, no te atormentas a ti mismo, que eres la única persona que sufre al recordar.

MI OPINIÓN
Bajo mi punto de vista, creo que el hombre debería haber perdonado a Karl. En primer lugar, era un hombre arrepentido de lo sucedido, un hombre que se había equivocado en la vida y que asumía que ese error era imborrable e imperdonable para sí mismo. Todo el mundo se equivoca (en diferentes grados), todo el mundo merecemos ser perdonados y a todos nos gustaría, estando en la situación del militar, escuchar un “sí”.
En segundo lugar, si el hombre hubiera perdonado a Karl, las tornas su hubieran invertido. Es decir, el superhombre y el subhombre serían en esta situación al revés, ya que el soldado, considerado socialmente en la época como el “superhombre” no supo perdonar la vida de tantos inocentes, mientras que el “subhombre” le está concediendo la paz aun sabiendo toda su historia. Para mi, el perdonar al soldado hubiera sido un acto de valentía y gallardía. Creo que el militar no se esperaba ni siquiera que el hombre dijera que sí, por lo que lo sorprendería y por lo menos, un soldado nazi se daría cuenta de que los judíos son mucho más honrados y humanos que ellos.