jueves, 9 de marzo de 2023

LÍMITES DEL PERDÓN LAURA SÁNCHEZ

  

RESUMEN

 

     El texto narra las vivencias de Simon Wiesentahl, un arquitecto judío en un campo de concentración alemán, lugar donde los judíos eran sometidos a todo tipo de maltratos y vejaciones durante la Segunda Guerra Mundial.

 

     Simon pertenecía a un grupo formado por su viejo amigo de la juventud Arthur y Josek, persona muy religiosa con la que mantenía conversaciones sobre como un ser divino y bondadoso como Dios había podido crear a hombres buenos y hombres terriblemente malvados como el comandante del campo de concentración Wihaus. A veces se planteaban si Dios los había abandonado o estaba de permiso, como le oyeron decir a una vieja, al ver el horror que se vivía dentro del campo de concentración.

 

     Un día, eligieron a Simon y otras 50 personas para salir a hacer trabajos fuera del campo y al pasar por el cementerio observó que en cada tumba había plantado un girasol, lo que le hizo pensar que los muertos estaban recibiendo luz y mensajes a través de dichos girasoles. Posteriormente, llegaron al Instituto Tecnológico donde Simon había estudiado años atrás, lo que le hizo recordar sus días de estudiante en ese lugar y se acordó como durante el curso existía “el día sin judíos”, día que solía coincidir con la época de exámenes, lo que suponía el fin para algunos estudiantes que no superaban el trimestre y que terminaba con episodios de violencia.

     El instituto había sido convertido en un hospital militar donde había multitud de personas heridas por la guerra. De repente, una enfermera le dijo que la siguiera y pensando que podría ofrecerle algo de comida, no dudo en ir con ella. La enfermera lo guió hasta la oficina del decano donde había una cama y un joven moribundo que quería hablar con él. El hombre era un soldado de la SS, llamado Karl, que había participado en la guerra y que quería confesarle a Simon su participación en la matanza cruel de cientos de judíos entre los que abundaban mujeres, ancianos y niños, algo de lo que estaba tremendamente arrepentido. No podía quitarse de la mente la expresión de esos niños inocentes y buscaba el perdón de la comunidad judía a través de Simon para poder limpiar su conciencia y morir en paz. Simon salió de la habitación sin decir nada y volvió con el grupo para volver al campo de concentración. Al llegar, contó a sus amigos lo que le había pasado.

     Al día siguiente, el grupo de trabajo entre los que estaba Simon volvió al Instituto Tecnológico y la enfermera se acercó a él y le dijo que el soldado había fallecido y que le dejaba sus pertenencias entre las que estaba la dirección de su casa y un reloj. Simon se negó a aceptar nada.

 

     Dos años después, Simon fue trasladado a la prisión de Mautahsen ya sin sus amigos Arthur y Josek los cuales había fallecidos enfermos en el campo de concentración. La nueva prisión era un lugar donde apenas les daban de comer y donde las cámaras de gas funcionaban sin descanso. En dicho lugar, Simon conoció a Bolek, un teólogo polaco al que le contó lo sucedido en el hospital con el soldado, ya que a Simon le atormentaba el hecho de no haber perdonado al hombre que parecía realmente arrepentido. Los dos hablaron sobre el tema aunque no llegaron a una conclusión pero no obstante, la conversación les recompensó. Cada vez estaba más convencido de que no había actuado de forma correcta con el soldado.

 

     Dos años más tarde, con el fin de la guerra, Simon recupera su libertad y decide visitar a los padres del hombre moribundo y arrepentido. El padre había muerto pero la madre estaba viva y pudo comprobar que era una mujer destrozada, profundamente abatida de dolor por la pérdida de su hijo. Simon sentía lástima de ella por lo que decidió no decirle nada sobre las barbaries contra los judíos cometidas por su hijo durante la guerra. Después de hablar con ella, Simon pudo completar la imagen de Karl, su aspecto físico, como había sido su infancia y sobre todo se había convencido de que era un buen muchacho que había sido adoctrinado para hacer el mal y que en sus últimos días se había dado cuenta y se había arrepentido de ello. Al salir de allí, Simon se preguntó ¿Debería haberlo perdonado?, ¿mi silencio con su madre ha sido correcto? Esa es la cuestión.

 

CRÍTICA A LA OPINIÓN DE HARRY JAMES CARGAS

     Harry James Cargas, erudito y autor estadounidense, mantiene una opinión dura en contra del perdón nazi. Responde a Simon que habría hecho lo mismo que él, ya que piensa que perdonar es cosa de Dios y él no es nadie para situarse por encima de nadie. Piensa que si perdona hace que la persona se sienta en deuda con él.

   En mi opinión, Harry James Cargas tiene gran parte de razón. Leemos en el Evangelio que cuando Jesús perdonaba los pecados, los judíos preguntaban: ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? Esta pregunta es aplicable al caso planteado. Karl, siendo una persona católica, se sabía los mandamientos, entre ellos "No matarás". Por lo que solo quería ser perdonado por un judio para poder descanzar en paz. No obstante, si haces mal, debes tomar cargo de tus actos y no pedir de forma desesperada un perdón para dar consuelo a tu alma. Además, el perdón de Simon sólo sería un perdón subjetivo ya que él no ha sufrido ese maltrato. Nadie que llegara a entender o conocer lo sucedido se le pasaría por la cabeza perdonar a los nazis todos los crímenes que cometieron. Pienso que solo los que han sufrido y vivido esas torturas tienen derecho a perdonarlos. 

No hay comentarios: