Esta
historia empieza narrando la vida de un judío llamado Simon en el
campo de concentración donde está con los demás judíos y dos
buenos amigos: Arthur y Josek. Al principio Simon trabajaba en unas
vías de ferrocarril, de donde fue transladado a otro lugar también
fuera del campo. Este lugar era actualmente un hospital militar para
nazis. Antiguamente era conocido como el Instituto Tecnológico donde
él estudió arquitectura. Trabajando allí se acercó una enfermera
preguntando si era judío, él respondió que sí y la enfermera le
pidió que le acompañara llevándolo hasta una habitación. Durante
el recorrido fue recordando todo los momentos que pasó en ese
antiguo sitio. Al llegar a la habitación se encontró con una
persona totalmente vendada. El enfermo se llamaba Karl y era alemán.
Estaba a punto de morir, pero antes de eso quería librarse de los
pecados que había cometido. Simon estuvo a punto de marcharse varias
veces durante el relato del soldado, pero se quedó hasta el final
escuchando la historia. El enfermo era un militar de la SS. Este le
contó que a pesar de haber tenido una infancia basada en la religión
católica en su adolescencia acabó por unirse a la organización
Juventudes Hitlerianas, y más tarde se alistó voluntariamente a la
SS. También le contó el suceso que le atormentaba desde entonces y
cómo quedó en el estado en el que se encontraba. Karl le pidió que
le perdonara por las atrocidades que había cometido, pero al
terminar la historia el protagonista se marchó sin darle respuesta
alguna.
Al
terminar la jornada, vuelve al campo de concentración donde le
cuenta a Arthur y Josek lo que le había ocurrido. Ambos coincidían
en que hizo bien no perdonándolo.
Al
día siguiente vuelve allí, donde vuelve a encontrarse a la
enfermera. Esta le dice que el soldado ha fallecido y le había
pedido que le entregara todas sus pertenencias a él. Entre ellas
había un reloj con la dirección de su madre y Simon le pide que las
envíe todas allí.
Al
cabo de 2 años, él siguía vivo, pero por desgracia sus dos amigos
habían muerto. Lo transladaron de lugar donde conoció a Bolek, un
joven polaco que había estudiado teología. También le contó la
historia y esto le ayudó.
Transcurrieron
4 años, consiguiendo así salvarse. Aún recordaba a aquel soldado y
no era lo único, también recordaba la dirección de donde vivía la
madre de este. Se dirigió allí donde se encontró con una anciana
viuda. Estuvieron hablando sobre Karl y lo bueno que era. Simon no se
atrevió a contarle la verdad para no arruinar la imagen que tenía
la mujer de su hijo. Al acabar salió de allí aún pensando si tenía
que haberlo perdonado.
OPINIÓN DE CYNTHIA OZICK.
Cynthia Ozick da su opinión
dividiéndola en 4 puntos explicando porque no perdonaría al
soldado.
Primero comenta que es contradictorio
que un hombre con educación católica se convierta en un miembro de
la SS.
En la segunda parte compara el culto a Molech con Hitler. Ambos ídolos poseen la necesidad insaciable hacia sus víctimas.
En la tercera parte habla de que para
ella el perdón nos permite hacer cuenta nueva y nos estimula para
comenzar de nuevo. También que el asesinato es irreparable e
irremediable. En el asesinato no existe una próxima vez, el perdón
no solucionará nada y mucho menos la venganza, ya que supone hacer
el mal.
Por último, en la cuarta parte se
pregunta si el soldado es como todos los demás y advierte por lo
menos si lo es, siente remordimiento. Aún así no lo perdonaría.
OPINIÓN PERSONAL
En mi opinión, yo perdonaría al
soldado. Todo el mundo merece una segunda oportunidad, a pesar de que
esa persona haya hecho el mal. El hombre se arrepiente de haber
cometido ese crimen y lo demuestra en el relato. Hasta el mismo
protagonista se da cuenta de que de verdad se siente arrepentido.
1 comentario:
Estoy de acuerdo contigo, todos nos merecemos una segunda oportunidad, y ese soldado aunque ha realizado muchas cosas malas, él se arrepiente y quiere ser perdonado, por eso debería ser perdonado y porque todos tenemos derecho de ser perdonados.
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