1-RESUMEN
(El girasol)
El protagonista de esta
historia es Simón Wiensenthal, un judío que en los años más duros de la Segunda
Guerra Mundial, cuenta cómo era su vida en el campo de concentración nazi de Lemberg
(Polonia), donde convivía con miles y miles de personas de gran diversidad
social y profesional con una única característica común en el presente, el ser
judíos, que los había convertido en seres iguales, sin pasado, que compartían un
destino de escasas esperanzas de sobrevivir, pero esperanzados en la justicia.
Por pertenecer a una
misma religión, todos ellos sufrieron los crueles castigos que les imponían los
soldados de la S.S, quienes les obligaban a realizar trabajos forzados y les
mantenían totalmente aislados del exterior. Sin embargo, de vez en cuando
recibían información o rumores de la vida fuera de los muros, principalmente de
los guetos. A menudo, Simón y su círculo más cercano debatían acerca de las
circunstancias extremas que un ser humano puedes soportar (trabajar hasta la
muerte, sin apenas comer, recibir un trato vejatorio continuo,sentirse como
seres invisibles para el resto de los ciudadanos). En definitiva,
circunstancias límites que provocaban pensamientos sobre el comportamiento humano,
su moral, su ética y la existencia de Dios, hasta que un día todos terminaron
pensando que éste "estaba de permiso" y que volvería cuando viera lo
que estaba pasando en la Tierra.
Buena parte del relato,
tiene lugar en los ferrocarriles del Este, lugar donde se llevaban a cabo esos
trabajos forzados como esclavos. Allí se sentían más liberados que en el campo
de concentración por que la vigilancia era menos severa y los soldados se
mostraban más benévolos con los presos. Un día, los responsables del campo
seleccionaron a un grupo de judíos para trabajar en el Instituto Tecnológico de
Lemberg, lugar donde Simón hizo sus estudios de arquitectura y que en tiempos
de guerra se había convertido en un hospital militar.
Por el camino, observó
una escena que marcó su vida y por tanto, esta historia. Pasó al lado de un
cementerio de militares alemanes abatidos en la guerra, y en cada tumba había
un girasol plantado. De ese hecho, interpretó que los soldados a través de los
girasoles recibían luz, mensajes y podían comunicarse con el mundo exterior
después de muertos, privilegio que él aún vivo no tenía y que no tendría una
tumba con su girasol sino una fosa común. La reflexión sobre el girasol causó
un sentimiento de envidia y devastador sobre su existencia a Simón que le llevó
a pensar como hasta muertos, los alemanes eran seres superiores a él.
Cuando ya llegaron a su
destino le sucedió algo absolutamente impredecible, teniendo en cuenta que los
civiles tenían prohibido hablar con presos judíos. Una enfermera de aquel improvisado
hospital se dirigió hacia él, le preguntó sí era judío y le pidió que le
acompañara. Lo condujo hasta una habitación donde se encontraba, en sus últimos
momentos de agonía, un soldado nazi llamado Karl. Seguidamente, el joven le
pidió que le escuchara con atención y comenzó a contar con claridad los
acontecimientos de su vida que lo había llevado hasta esa situación. En un
principio narra su infancia, sus relaciones familiares, diferenciando la
relación mantenida con su madre y con su padre y cómo había afectado a sus
padres las decisiones que en su adolescencia y juventud tomó (el alistamiento a
las Juventudes Hitlerianas).
Durante el relato de la
historia personal de Karl, Simón soportó la escucha de la historia gracias a
que se transportaba a pensar en su propia vida, su madre, sus amigos, su
barrio, recuerdos que fueron arrancados y quebrantados de su vida de forma
inhumana e imposible de recuperar. Tras hablar de otras situaciones que pasó y
que justificaban sus acciones, confesó el asesinato cometido a una familia
judía en la cual había un niño pequeño, acto que le atormentaba y no le dejaba
vivir. Dicho esto, le pidió un último favor, quería que le concediera el perdón
en nombre de todo el pueblo judío y en especial de aquellos que ya no podían hacerlo.
Simón, se marchó en silencio dejando sin respuesta al moribundo.
Él ansiaba reencontrarse
con Josek y Arthur para contarle lo ocurrido, cuando lo hizo, ambos
coincidieron en que había hecho lo correcto de no perdonar al soldado por los
crimines cometidos. Al día siguiente recibió la noticia que Karl había
fallecido e inmediatamente le invadió una gran duda, ¿había hecho lo correcto?.
Transcurrido un tiempo,
Simón fue trasladado a otro campo, Josek y Arthur habían fallecido, donde
conoció a un sacerdote cristiano al que le contó su historia y el cual tras una
breve reflexión se inclinó hacia la postura del perdón, ya que la doctrina
cristiana así lo indica. El dilema sobre perdonar o no perdonar rondó por su
cabeza durante mucho tiempo. Sentía que el soldado verdaderamente estaba
arrepentido, pero a su vez pensaba en todo lo que había pasado y estaba
sufriendo la comunidad judía por personas como él. También deseaba que en un
momento no muy lejano, ante la justicia, se castigará por todos los crimines
cometidos a la comunidad judía.
Finalmente, pasados dos
años, fue liberado e intentó rehacer su vida, una dura tarea que intentó
aliviar alistándose a una comisión que investigaba los crimines nazis. El
dilema creado en la confesión del soldado seguía sin resolver y continuaba
buscando respuesta a la decisión que tomó, esto le llevó a visitar a la madre
Karl con la intención cerrar este capítulo de su vida. Sin embargo, se encontró
una anciana desbastada por la pérdida de sus seres queridos y las consecuencias
de la guerra, una vida que solo se mantenía por los buenos recuerdos guardados
de su único hijo y que la guerra los separó definitivamente. Ante estas circunstancias
llenas de dolor en la vida de la anciana., Simón decidió no desvelar nada sobre
el debate interno que tenía desde el encuentro con su hijo, no era el momento
idóneo para hablar de pecados y responsables. Una vez más el silencio se impuso
en su vida. El trabajo en dicha comisión le demostró que los criminales nazis
no mostraban arrepentimiento de sus actos criminales y que la justicia no
llegaría a todos los culpables, a su vez, los sectores más influyentes de la
sociedad en tiempos de posguerra reclamaban de las victimas perdón, silencio y
olvido para sus verdugos. El dilema de Simón lejos de solucionarse estaba más
presente en su vida, por el sufrimiento vivido y por los pensamientos que
invadían y perturbaban su mente sobre el perdón, el arrepentimiento y el
silencio.
2-DILEMA
MORAL
El autor a través de la
historia de Simón plantea un dilema moral; perdonar o no perdonar. Ésta
disyuntiva es difícil de abordar, sin tener en cuenta los factores que intervienen
en dicha decisión, como son la vida personal del sujeto que tiene que decidir,
el tiempo transcurrido de los hechos y sus creencias religiosas.
Éste conjunto de valores
son los que hacen que una acción sea correcta o no correcta para cada persona porque
le atañe exclusivamente a la persona individualmente y por tanto, solo aquellas
personas que han sido víctimas tienen la autoridad para perdonar o no perdonar.
La posición tomada por personas ajenas a ésta historia, pueden coincidir o no
coincidir según su conciencia , religión,ect.
3-OPINIÓN
DEL AUTOR THEODORE M.HESBURGH
Theodore, como sacerdote,
afirma que desde su doctrina cristina él perdonaría siempre, ya que entre sus
tareas diarias como confesor, él concede el perdón a todos sus fieles que muestran
arrepentimiento por sus actos, sean éstos de mayor o menor gravedad, es decir,
se otorga el perdón de la misma manera a un individuo que ha cometido un delito
menor que a un criminal y torturador de la guerra.
El perdón está
justificado desde su convicción católica, el mismo acto que Dios hizo con toda
la humanidad. Sin embargo, el autor manifiesta que de haber sido una victima de
los nazis, hubiera tenido un dilema sobre la autoridad moral para perdonar pero,
al final, aunque con cierta reserva, también perdonaría a sus verdugos.
4-CRÍTICA/DEFENSA
DEL AUTOR
Me gustaría señalar que
comparto la postura del sacerdote, en el hecho de considerarme una persona no
apta para hacer juicios de valor sobre la decisión tomada por una víctima de la
opresión nazi en un determinado momento de su calvario como preso judío.
Por otro lado, remarcar
que de posicionarme de algún modo como mera lectora de este libro, decir que yo
habría actuado igual que lo hizo el protagonista. Por tanto, discrepo con
Theodoro en algunos puntos de este asunto. Considero que él en su crítica no da
su verdadera opinión, sino que se refugia en la posición de su iglesia, a la
que dice representar. Sin embargo, Theodore, ¿verdaderamente pensó lo que
hubiera supuesto conceder el perdón a Karl? Claramente no.
Ese gesto hubiera
significado que el cometer crímenes y torturas de personas inocentes no tiene
ningún castigo para el culpable. Karl asesinó en nombre de unos ideales
políticos, y como todas las decisiones en la vida, tienen consecuencias
positivas y negativas. En este caso, el soldado tuvo que vivir con el
remordimiento por sus actos criminales, con los cuales pienso que debía
arrastrar hasta su muerte y no descansar en paz. Además, rechazo el comportamiento
del militar cuando solicita como último deseo de su vida hablar con un judío, cualquier
judío era idóneo para liberarse de su culpa y generar, a su vez, un dilema
moral a Simón de por vida. Así Karl, con su postura egoísta de conseguir el
perdón de sus víctimas, duplicó la carga emocional del protagonista de la
historia por dos razones, por un lado, sufre como judío en el campo de
concentración y además, la declaración del soldado le provoca una disyuntiva
ética sobre la decisión de perdonar o no perdonara un criminal.
3 comentarios:
Como bien dice mi compañera, Karl murió sin respuesta, sin saber si en el fondo de Simon había un perdón que no se había pronunciado. He de decir que es verdad que por una parte se lo merecía por las terribles cosas que hizo a pesar de que como él dice, fueran en contra de su voluntad. Si se hubiera rebelado contra el régimen nazi lo más seguro es que hubiera acabado asesinado pero también podría haber significado la rebelión de más soldados y por tanto, puede que el régimen nazi hubiera acabado antes de lo que lo hizo. Sin embargo, todo esto es una mera hipótesis.
También apoyo su opinión en el hecho de que nosotros no somos quienes para decidir si perdonar o no, ya que no somos ni hemos sido víctimas de esta opresión por tanto, no deberíamos considerarnos aptos para realizar estos juicios de valor. Solo aquellos que han sufrido son indicados para hacer esta decisión. Es verdad que en mi trabajo dije que sí perdonaría, ya que es cierto que si estuviera entre la espada y la pared probablemente me posicionaría en el acto de perdonar como anteriormente dije, por la influencia de unos valores cristianos y por mi forma de ser, ya que en caso contrario, estaría en un continuo remordimiento de conciencia.
Por último, no veo de la misma manera su última afirmación. Según ella, Karl fue egoísta al contarle a Simon su arrepentimiento y causarle un dilema moral de por vida. Sin embargo, si me pongo en la piel del soldado (en el caso de que este hubiera estado arrepentido de verdad) si yo hubiera cometido tales atrocidades también me hubiera gustado contárselo a alguien y suplicarle perdón a un representante del grupo y, lógicamente, hubiera tenido que aceptar su silencio, ya que es algo muy difícil de tratar.
Estoy absolutamente de acuerdo con mi compañera en cuanto a la ausencia de voluntad del autor elegido para decidir el perdón. Cierto es que la religión ha tenido siempre un papel muy importante en la personalidad y en la moral de los creyentes, que en muchos casos actúan de manera dogmática ignorando otras posibles opiniones. La mayoría de sacerdotes de la época perdonarían a cualquier nazi; no obstante, muchos de ellos no vivieron la situación desde el punto de vista de un preso judío o incluso no llegaron a ver el sufrimiento desde cerca. Un sacerdote fiel a su religión y a sus creencias tiene por obligación defenderlas, aunque de este modo pierda su propia palabra. De esta manera, Theodore no puede dar su opinión, si no la de su Dios.
Por otro lado, también comparto su opinión sobre que Karl echa el peso del dilema del perdón sobre Simón, una de las víctimas del Holocausto. Sin embargo, comprendo al soldado, puesto que cualquier persona que se arrepienta puede confesar son sincero arrepentimiento sus errores, sobre todo en tal grave estado. También remarco, como comenté en mi trabajo, que Karl puedo haberse arrepentido mucho antes, y no justo en su lecho de muerte.
Mi opinión coincide con la tuya en cuanto al dilema moral que el libro nos presenta. Karl muere sin saber una respuesta por parte de nuestro protagonista que, indeciso, se retira de la habitación en la que Karl, momentos más tarde yace muerto. Simón no puede decidir sobre todas las personas que han sufrido esos maltratos descritos a lo largo del libro.
Destacas el egoísmo de Karl al contarle todas las atrocidades que hizo a Simon y este se quedará con ese dilema moral de por vida, viéndolo desde otra perspectiva, Karl se sentía en la necesidad de liberar todos sus sentimientos antes de morir, a costa de lo que pueda opinar Simon.
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