miércoles, 28 de febrero de 2018

El girasol - María Selfa

RESUMEN "EL GIRASOL":

El girasol es la desdichada historia de Simón Wiensenthal, un judío condenado a estar en el campo de concentración nazi de Lemberg, donde contaba con varios amigos, Arthur, un viejo compañero de universidad cuya esperanza era que algún día los alemanes nazis recibieran su castigo y Josek, sensible y muy religioso que no cuestionaba su fe por muchas desgracias que ocurrieran en aquel espantoso lugar. Allí convivían con ricos, pobres, cultos e incultos pues el campo de concentración no entendía de estratos sociales ni riquezas. Todos ellos eran humillados de formas inhumanas, sufrían duros castigos y morían ahorcados y pisoteados.
Algunos trabajaban en los Ferrocarriles del Este, a las afueras de la ciudad, lo que para ellos suponía un privilegio pues estaban más lejos del campo de concentración y por lo tanto más libres, en la medida de lo posible. De repente un día, un cabo eligió a cincuenta de ellos entre los que se encontraba Simón, para trabajar en el Instituto Tecnológico. Durante el camino hacia el Instituto, Simón observó un cementerio en el que todas sus tumbas tenían plantado un girasol lo que le llevo a pensar que los alemanes nazis eran dichosos hasta muertos pues él acabaría en una fosa común.
Cuando llegaron a su destino, el asistente que estaba a su cargo le asignó la tarea de sacar del edificio los contenedores de basura. Allí se le acercó una enfermera y le preguntó si era judío a lo que Simón respondió con un sí. Esta le condujo hacia una cámara de la muerte donde se hallaba Karl, un jóven soldado nazi que tenía su cuerpo y rostro completamente vendado debido a que un obús explotó a su lado. Este le dijo que tenía que contarle algo para poder morir en paz, se trataba de una terrible anécdota que no le dejaba la consciencia tranquila.
Comenzó contándole sobre su juventud cuando decidió afiliarse a Juventudes Hitlerianas y el disgusto que le provocó a sus padres este hecho, continuó comentándole que se alistó voluntario para las SS cuando estalló la guerra. Le repetía constantemente que no era un buen hijo por la crueldad que a continuación le contaría y que su madre no merecía saberlo. Ocurrió en junio, llevaron a todos los soldados a Dnepropetrowsk donde les ordenaron que fueran hacía donde estaban los judíos y los dirigieron hacía el interior de una casa donde habían colocado previamente bidones de gasolina. Una vez estaban dentro, cerraron la puerta y arrojaron granadas al interior de la casa mientras disparaban a todo aquel que pretendiese escapar. Muchos de aquellos judíos intentaron escapar, entre ellos, los que especialmente le marcó fueron un hombre con un niño en brazos junto con una mujer que saltaban por la ventana, pero que a la par que sus cuerpos caían, los soldados disparaban sin piedad. Esta desgracia ocupaba sus pensamientos cada vez que cogía un rifle y en una de sus labores estaba tan despistado pensando en lo ocurrido que un obús explotó a su lado.
Despertó en el hospital, había perdido la visión y su rostro y algunas partes de su cuerpo estaban destrozadas. La enfermera le dijo que era un milagro que siguiera vivo pues el cirujano le había sacado una palangana llena de metralla. Pensaba que ese era su castigo y deseaba no haber sobrevivido pues ahora tenía la conciencia intranquila y necesitaba confesarse. Simón, perplejo, abandonó la habitación sin decir nada y regresó junto con sus compañeros.
Más tarde regresaron al campo de concentración, allí se encontró con Josek y Arthur a quienes le contó lo sucedido, ambos respondieron que hizo lo correcto en no decirle nada y Josek le contestó que hubiera sido un grave error perdonar en nombre de alguien que no le había autorizado para ello.
Era un nuevo día y los prisioneros regresaban a sus oficios, Simón al Instituto Tecnológico. Allí se encontró de nuevo con la enfermera, esta vez era para entregarle las pertenencias de Karl pues había fallecido la pasada noche, Simón se negó a cogerlas y le dijo que se las dieran a su madre.
Pasados dos años, Arthur y Josek murieron y Simón fue trasladado a un campo de concentración de Mauthasen donde ingresó como prisionero y conoció a Bolek, un sacerdote cristiano al que le contó lo ocurrido en aquel hospital de Lemberg y al mismo que le preguntó que hubiera hecho en su lugar. Este, como un buen doctrinado cristiano, respondió que debió haberle perdonado.
Cuando por fin le liberaron, decidió viajar a Stuttgart para ver a la madre del soldado de las SS, consiguió dar con ella y pasó a su casa donde pudo observar varias fotos del difunto. Al ver que era una anciana viuda, que vivía en escombros y a base de los recuerdos que le quedaban de su hijo inclusive las pertenencias que la enfermera le ofreció, decidió no contarle la verdad sobre él y decir que pasaba para darle saludos de su parte. En la visita, corroboró todo lo que el soldado del hospital le había contado pues todo lo que contaba aquella anciana correspondía con lo que Karl le había dicho.

OPINIÓN SOBRE EL LIBRO:

En cuanto a la pregunta que se plantea al final de esta historia, yo en el lugar del protagonista, hubiera negado el perdón porque se trata de millones de judíos asesinados por nazis, una cifra muy elevada como para no recapacitar a tiempo. Además, de acuerdo con las palabras de Josek, cada uno tiene el derecho de perdonar y nadie debería hacerlo en nombre de otro.

Era su enemigo quien le rogaba perdón, el mismo que había hecho que él y toda su etnia estuviese en campos de concentración o que como en el caso de aquella familia, estuvieran muertos. Resultaría surrealista que después de tantos males irreparables, le concediera el perdón.

OPINIÓN DE DOROTHEE SOELLE:

Dorothee hubiera respondido al alemán con un sí, aceptando el perdón porque consideraba que estaba realmente arrepentido. Este hecho le recordó a un profesor al que tenía mucho aprecio. Pero un día se entero de que había sido nazi y además había participado en una quema de libros, solo que ahora identificaba los libros quemados con los judíos nazis.

Esto le provocó un terrible enfado, por lo que acudió a su casa y enfurecida le cuestionó todo. El profesor lo único que hizo antes de responder fue arrodillarse ante ella y suplicarle perdón. Ella con él se arrodilló y comenzaron a rezar. De este modo fue como Dorothee conoció lo que era el remordimiento.

OPINIÓN PERSONAL:

Acepto la opinión de Dorothee, pero no la comparto pues por muy arrepentido que se sienta, podía haber evitado matar a tantos judíos sin justificarse diciendo que estaba obligado a hacerlo. El morir sin ser perdonado sería su castigo, no merecía el perdón aunque se tratara del ultimo deseo de un moribundo que necesitaba confesarse para morir en paz.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Respecto al comentario de María, he de decir que no comparto totalmente su opinión. Propone un no rotundo al "arrepentimiento" (no sabemos si lo es verdaderamente o no) del soldado. Es verdad que millones de judíos sufrieron las consecuencias del duro régimen nazi y comprendo que la mayoría no perdonasen a Hitler y sus semejantes ya que lo que hicieron es inhumano. Sin embargo, creo que es correcto negarle a alguien el perdón principalmente por dos razones:
1ºPor no ser judío y haber sufrido duramente las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial
2ºNo se sabe con certeza si el arrepentimiento del soldado es verdadero o simplemente un perdón finalista, ya que el soldado se estaba muriendo y, en el caso de que hubiera sido creyente (probablemente cristiano por ser la religión con mayor influencia en el país durante aquella época) probablemente buscaba llegar al cielo y conseguir el perdón de Dios.
Por tanto, creo que no está en su lugar no perdonar por la falta de argumentos que apoyen su opinión.

Anónimo dijo...

Respecto a la opinión que expresa María en su trabajo de la respuesta que se formula al final del libro, he de decir que estoy totalmente de acuerdo con ella, ya que yo tampoco perdonaría al nazi.
En cuanto a la opinión de Dorothee, no estoy de acuerdo, ya que ella le concedería el perdón porque le recordó a un hecho de su vida con un profesor al que perdonó porque estaba realmente arrepentido como lo estaba el nazi, pero para mi es incomparable la quema de unos simples libros con el arrebato de las vidas de miles de personas. Yo no cuestiono el hecho del si nazi estaba arrepentido o no, pero si pienso que antes de responder a esa cuestión, deberíamos tomar conciencia del daño que el nazi causó a todos los judíos siendo consciente de ello, y teniendo en cuenta que al nazi no lo obligaban a matar a esos pobres judíos que no tenían culpa de su maldad.
Yo creo que nadie se merece un perdón por pena y pienso que aunque el nazi estuviera en los últimos momentos de su vida, no debería morir en paz como castigo de todo el daño causado.

Unknown dijo...

A diferencia de María creo que sí lo perdonaría, atendiendo a criterios exclusivamente cristianos y de piedad ante un ser humano próximo a morir, aunque comparto con ella que quizás el soldado no mereciese el perdón, pues ejecutó sus crímenes libremente y sin ser coaccionado, y probablemente en otras circunstancias más favorables no se hubiera arrepentido.
Por otra parte, el hecho de perdonar o no a un responsable, no modifica en nada lo horrendo de sus actos. Es simplemente un acto de humanidad ante un hombre en su lecho de muerte, que le permite morir con cierta paz.